viernes, 29 de abril de 2011

Mi retractación pública y pedido de disculpas



El jueves 3 de marzo, publiqué en este mismo espacio una columna titulada “Arte, provocación y guarradas en la calle”. En ella denostaba a la organización Atrévete/Hollaback! y a su campaña contra el piropo callejero. Leyendo en mi columna “amenazas explícitas de violación”, Atrévete/Hollaback! reaccionó pidiendo que no se me permita seguir escribiendo en esta revista y presionando a sus auspiciantes para que retiraran sus publicidades. Este accionar está muy bien descripto por Mariana Carbajal en una nota titulada “La columna que no fue piropo” publicada recientemente en el diario Página/12. Allí puede leerse que Atrévete/Hollaback! “solicitó el despido y el retiro de los anunciantes de la revista”. Como puede leerse, Mariana Carbajal no me consultó al respecto.
En mi columna critico la validez y pertinencia de las acciones que lleva adelante Atrévete/Hollaback! Y hoy sigo pensando que legalizar el aborto, combatir la trata de blancas y asistir a las mujeres golpeadas, como ya decía en ese momento, es más importante. Mi columna termina con una escena de seducción en la cual digo que me gustaría decirle a Inti María Tidball-Binz, la referente local del Atrévete/Hollaback!, que me gustaría “romperle el argumento a pijazos”. Se trataba de un llamado irónico, un gesto final dentro de lo que en jurisprudencia se conoce como “Animus iocandi”. Estoy seguro que si no hubiera usado ese final escandaloso y guarango, Atrévete/Hollaback! no habría pedido que se callara mi voz y se me despidiera de El Guardián. Estoy seguro de que como feministas que son aceptan las críticas y buscan el bien común.
Los mecanismos de la ironía están en el centro del lenguaje. Un lenguaje fiscalizado y depurado de ironía sería un lenguaje pobre, en el peor sentido de la palabra. La crítica literaria es fundamentalmente irónica. La novela moderna también lo es. Y la mejor ironía de todas es la auto-ironía, base de la autocrítica. En mi caso, puedo dialogar, puedo aceptar que me equivoqué. No soy un fundamentalista ni un autoritario. Veo ahí una virtud relacionada con la frase que Perón recicla de Cicerón: “La fuerza es el derecho de las bestias”. Como alguna vez dijo Simone de Beauvoir: “Mi pasión siempre fue la comunicación”. Por eso presento aquí una retractación detallada, seria, sincera y completa. Me arrepiento de haber usado ese final irónico en mi columna. Hollaback es una organización poderosa, bien coordinada e influyente, y estoy seguro que va a lograr lo que se proponga. Por eso quiero pedirle mi más sincero y primitivo perdón. Inti María Tidball-Binz, te pido disculpas por mi brutalidad y hago extenso ese pedido a cualquier persona que se haya sentido ofendida por mi grosería. Espero que aceptes estas sinceras disculpas y que al aceptarlas Hollaback me permita seguir publicando mis columnas en este medio, que no insista con mi renuncia ni continúen presionando a los anunciantes de esta revista para que dejen de publicitar en ella. Agrego que no creo haber escrito un texto discriminador, sino haber ejemplificado mi punto de vista. Pero uno escribe y el otro es el que lee. Por lo tanto, pido disculpas si esto fue leído como un insulto o una amenaza. No era la intención. Desde mi perspectiva, en esa escena final, no hay amenaza ni insulto, sino una apenas una obscenidad. Pero acepto retractarme públicamente y lamento haber usado esa problemática expresión.
En su novela epistolar Zoo o cartas de no amor, el escritor ruso Víctor Sklovski, exiliado en Berlín, le pide a las autoridades soviéticas que le permitan volver a su patria. La carta, de hecho, va dirigida al VTsIK, el Comité Ejecutivo Central, el más alto poder del estado soviético vigente entre 1917 y 1937. Para hacerlo, cuenta que durante la conquista de la fortaleza de Erzurum, su amigo Zdanevich vio muchos cuerpos de soldados turcos mutilados. Cuando preguntó por qué los habían matado así, le dijeron que los rusos no sabían que los turcos se rendían levantando el brazo derecho y se lo cortaban. El violento malentendido es pertinente. Espero, Inti María Tidball-Binz, que me perdones y aceptes mi disculpa. Levanto entonces mi brazo derecho. No me lo cortes, por favor.